A 300 kilómetros en auto desde la ciudad de Lima se encuentra “El rincón” (Ucupi en quechua) casi en medio de la nada rodeado de un bosque de eucaliptos, de donde han salido tantos misioneros y mártires que con su sangre han fertilizado la semilla de nuevos cristianos.
Llegada
El día miércoles 27 de julio alrededor de las cuatro de la tarde cansados, pero llenos de alegría llegamos al convento de “Santa Rosa de Ocopa” ubicado en el valle de Jauja departamento de Junín – Perú. En este convento desde su fundación en 1725 han llegado una gran cantidad de misioneros Franciscanos dejándolo todo por el deseo de llevar almas a Cristo, con el ideal de emprender la durísima empresa de adentrarse a la selva peruana con el fin de evangelizar a pueblos aun desconocidos.
Nosotros tuvimos la gracia de visitar el convento, y al escuchar las distintas historias de los Padres Franciscanos impresiona el saber como mucho de estos misioneros con sus expediciones, crónicas y mapas han contribuido no solo a expandir el Reino de Dios según el mandado de Cristo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19), si no también a expandir el territorio y a enriquecer la cultura peruana.
El Padre Antonio Goicoechea
Durante el recorrido conocimos al Padre Antonio Goicoechea, un sacerdote de noventa años de nacionalidad española que arribo al convento de Ocopa cuando solo tenia doce años con el ideal de ser misionero, cuando le pedimos un consejo para nuestra formación solo nos dijo una cosa; – “Sean tantos” – y lo repetía; “Sean tantos y después lo demás” es decir santos misioneros, santos sacerdotes, santos religiosos.
Final del Recorrido
Casi al final del recorrido conocimos el antiguo convento donde en 1725 Don Francisco Jiménez de San José y sus compañeros fundaron el primitivo convento convencidos de que: “La Religión, la Ciencia y el Trabajo constituyen el progreso y la felicidad de los pueblos”. Por eso es que en este convento los misioneros aprendían distintos oficios para luego poder emprender la gran “Aventura Misionera”.
Una historia peculiar dentro del convento antiguo es que aun se conserva una antigua campana, que según cuentan los guías era tocada por los misioneros al salir o volver de las misiones, y la alegría de los misioneros que aun estaban en el convento al escuchar el sonido de la campana era tal que muchos dejaban sus oficios para recibir al misionero que llegaba.
Por ello con esta misma alegría desde este histórico convento cuna de misioneros y mártires rezamos por todas nuestras casas de formación pidiendo la gracia de poder ser Misioneros que lleven el evangelio a todos los confines de la Tierra.
¡Viva la Virgen!
Sem. Boris Ortega
Casa de Formación “Beato Miguel Agustín Pro”